Home ] Up ] Dibujos bonitos ] Enlaces favoritos ] Pensamiento del Dia ] Dollz ]

Quince Minutos

No es preciso, hijo mío, hacer mucho para agradarme; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, sencillamente, como hablarías a tu padre, a tu madre o a un hermano(a).

 ¿Necesitas hacerme una suplica a favor de alguien? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos o amigos; dime en seguida que quisieras que hiciese por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gusta los corazones generosos que llegan a olvidarse, en cierto modo de si mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame, pues, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar; de los enfermos a quines ves padecer; de los extraviados que anhelas que vuelvan al buen camino; de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos por lo menos una palabra; pero una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; ¿y no ha de salir del corazón el ruego que me dirigirás por aquellos a quienes tu corazón ama?

 Y ¿para ti no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven léela en mi presencia.

 Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad y al regalo, que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente...; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para librarte de tales miserias.

 No te avergüences, ¡Pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad, y poco a poco se vieron libres de ellos.

 Ni mucho menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, felicidad en tu trabajo, negocios o estudios. Todo eso puedo dar, y lo doy. Deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes bien ayude, a tu santificación. Hoy por hoy ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte!

 ¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿Qué deseas? ¿Qué quieres que haga por tus padres, por tus hermanos, por tus hijos, por tus amigos, por tus superiores? ¿Qué desearías hacer por ellos?

 Y ¿por mi? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quieres poder hacer algún bien a tus prójimos, a los amigos, a quines tu amas mucho, y que viven quizás olvidados de mi?

 Dime que cosa llama hoy particularmente tu atención, que anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras interesarme a tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y suavemente los llevo, sin prejuicio de su libertad, a donde me place.

 ¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha menospreciado? Acércate a mi corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas tus heridas. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

 ¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser injustificadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi amorosa providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

 ¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora, olvidadizas, se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu trato, si no han de ser obstáculos a tu santificación.

 ¿No tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces participante de ella como si fuera un buen amigo?

 Cuéntame lo que desde ayer; lo que desde la última visita que me hiciste, ha consolado y alegrado tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas: quizás has visto disipados negros recelos; quizás has recibido gratas noticias, una carta, una muestra de cariño, has vencido alguna dificultad, o salida de algún apuro. Obra mía es todo eso, y yo te lo he procurado; ¿Porqué no haz de manifestarme por ello tu gratitud? Decirme sencillamente, como hijo a su padre: “Gracias, Padre mío, gracias”. El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

 ¿Tampoco tienes promesa alguna que hacerme? Leo, ya sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente, a Dios no; háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más en aquella ocasión de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te daño? ¿De no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿De no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma?

 ¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella persona a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?

 Ahora bien, hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, a tu taller, a tu familia, a tu estudio; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos en la soledad del santuario. Guarda, en lo posible, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso y más entregado a mí. En el mío hallarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

 Aquí siempre te esperaré.

                                           

 

 

Envía es mensaje a un amigo(a):
Tu nombre:

Tu E-mail:

E-mail de tu amigo:

Mensaje:

¿Quieres recibir una copia?: 

 

Para preguntas o comentarios: nonipr@univision.com